La de hostias que me he dado y sigo confiando, si es que soy imbécil. Tan presa me tendrás que tener con tus labios, si solo imaginarlos tiemblo, si moriría en carretera por subirme a la escalera que lleve a tu mente; sólo por saber si me piensas. Lo que daría por despertar y verte invadiendo mi intimidad, tu foto en la mesa del comedor y tu sonrisa inundando mi aire, que duermas y comprobar que estás soñando, que me estas soñando cuando te acaricio y agarras mi mano susurrandole a cada dedo que me has echado de menos. Mi cordura prohibida, mis llantos esculpidos en tus caderas, en los kilómetros que nos separan, en el recuerdo de tu mirada.
Renacer en tu mirada, ser en tus manos como un niño con juguetes nuevos.
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