Podría admirar desde la distancia el sentimiento, aguantar muchísimo tiempo siendo ciega, muda y sorda, pero ese no es mi estilo. Pongo la sonrisa de escudo mientras estallo en bombas de relojería que parecían perfectamente alineadas hasta que me tocaste. Y, claro, el universo no me importa cuando me estoy rompiendo entre tus piernas. Tengo heridas en los labios de añorarte, de fotografiar con ellos el rastro de tus dientes cuando me muerdes. Paseo como me da por tu mente pero nunca encuentro nada de mi agrado, demasiado inconformista, lo sé, llegado a este punto es incluso enfermizo. ¿Y qué?
A veces busco que me tiemblen las piernas y no poder articular palabra, pero eso sólo pasa en las películas. Otras me conformo con entregarme por fasciculos esperando que no te canses antes de terminar la colección, como tantas antes, y te dé por montar el puzzle antes de que me pierda a mí misma.
Sé que sabes que estoy como perdida por ti, pero vuelves y te vas como si no te importara, ahora más, ahora menos, ardiendo en el sulfúrico de tu indiferencia.
Es desconcertante porque tras tuyo sólo veo vacío y sé que aunque te vayas me va a tocar vivir.
He escrito unos treinta y ocho artículos sobre ti en mis diarios personales, más o menos habré gastado mi fortuna en repararme, es más complicado de lo que parece sentir esto, quiero dejarme querer. Sin embargo sigo sin saber si estoy hecha para eso, me refiero a que no sé si aguantaré suficiente tiempo andando por los cables antes de ahorcarme con ellos.
Tengo la mente algo descolocada, el cincuenta por ciento del tiempo lo dedico a planear mi suicidio, el otro luchando por salvarme.
¿Lo ves?
Corazón de mimbre, una vajilla de cristal, huesos en un saco.
No encuentro las ganas ni la voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario