Me leen:

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Que yo quise acabar contigo sin ti y me persigues. Luego me giro y no estás.
Me llamas, te gritas a ti misma, nos miras pasar, nos echamos de menos pero, ¿y qué?
Ella, que es como todos los lunares de mi espalda, ni la veo ni la siento pero está y me hace de marca de agua. Actúa, es mi Luna, aparece y desaparece, se desvanece, no me cree cuando digo que la siento, y lo siento, pero más no sé sentir.
Ella, qué bonita está dormida, qué bonita está callada, qué bonita está cuando se muerde el labio superior y me piensa, qué bonita está y qué poco me gusta cuando habla, cuando grita, cuando me piensa.
Ella, que ha cambiado sus ideales, que ha perdido los modales, que antes besaba y ahora muerde, que deja mis latidos empapados de sangre y lágrimas, de corazón hecho pedazos. Qué poco me entiende.
Qué poco sabe de dejar de querer.
Ella, que cree que el amor se escoje y se esculpe, que escupe y pisa, que fuma y se enfada con el aire que la roza porque no es mi garganta todas las mañanas la que le roba espacio en la cama y claro, yo cómo voy a explicarle que más quisiera pero no quiero.


Yo, que soy más de que el amor se encoje y no se escoje.
Ella que no, que no logra entenderlo.

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Quizás solo se trate de prosperar, de seguir por un camino que no sea el que marquen tus labios, unas caricias que no sean las tuyas.