Me leen:

Que tú eres la suerte de mi vida.

Yo sé que esto no fue por casualidad. 
Besarte hasta que te extingas, soñarte despierta o dormida, eso que más va a dar. Sentirme poeta en tus ojos, la miel en tus labios. Saber que tanto tú como yo nos comemos la distancia a bocados, que ambas tenemos claro que podrán arrebatarnos el cielo pero no las ganas de volar. Y sin más palabras, ni un solo suspiro, solo te quieros que se escriban en bocanadas de aire que logren escapar de nuestro interminable juego, un duelo de cuerpos donde vence el que se deje llevar menos por el ego y más por el corazón, sin dolor, sin armamento, solo con un caparazón logrado por sonrisas, que ni comentarios ni prisas ajenas puedan deshacer. 
Y dime, princesa, que corriente hay que pueda llevarnos cuando nos juntamos, o sencillamente cuando deseamos estar una con la otra? Ninguna. No hay mar con más fuerza que el latido, ni río con más potencia que la velocidad a la que corre la sangre por mis venas cuando me acaricias. 
Que solo el verde de tus ojos me da la fuerza para salir a discutir con el sol cada noche por las horas en las que no te alumbra, y con la luna por celosa porqué le has cambiado el primer puesto con una sonrisa.

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Quizás solo se trate de prosperar, de seguir por un camino que no sea el que marquen tus labios, unas caricias que no sean las tuyas.