Me parece injusto que tu andes sonriendo a derecho e izquierdo mientras yo estoy que me niego a salir de casa por mi cara, por mis pocas ganas. Confieso que si estoy como estoy es por que quiero, por que no me da la gana de olvidar, de asumir, pero tal y como están las cosas te cargo con la culpa de todas mis penas, de todos mis males y dolores; a ti, a ti y a tu maldita forma de sonreír, a tus andares ligeros como si quisieras volar, a tus labios odiosamente rosados y tu piel pulidamente morena a estas alturas.
A veces pienso que en el mundo real nunca has existido, que yo solo he soñado y intentado que tú te fijaras en mi, que eres como una estrella lejana, que tus ojos son los que me han llevado a la locura, pero a la locura lejos de ti, sintiendo la sed de tu voz en cada poro y que me tomas por obsesa por creer que eres única y que me tomas sin remedio únicamente como en realidad solo sabes tú. Luego miro a mi alrededor y te veo en cada rincón, en cada estancia y recuerdo, y sé que has sido real, jodidamente real y por eso dueles tanto.
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