Me leen:

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Una noche tranquila, silenciosa, con un segundero que me aprisiona y al fin sí, sí. Decido una vez más por última noche cederle el puesto a tu recuerdo, y dejo que te adentres como si me estuvieras haciendo un favor con ello. A veces deliro pensando que endulzarme con tus recuerdos me va a hacer algún bien.
 No es nada que necesite repuesta, ni un despertar, ni ver el sol salir. Es algo que ya está más que claro, tú tan solo eres compañera en esencia cuando la noche es fría y larga, y por desgracia yo vivo en un invierno eterno casi constante que no hace más que recordarme que ya he caído una vez más mientras te pienso y me autocompadezco. Las palabras ya no sirven pero el tecleo me marca un ritmo, un vaivén, me deja resurgir en momentos clave cuando la noche tranquila, silenciosa y su tiempo pesante me aprisionan, cuando la sintaxis se me clava en el pecho y empiezo a odiar cada sílaba.

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Quizás solo se trate de prosperar, de seguir por un camino que no sea el que marquen tus labios, unas caricias que no sean las tuyas.