Me abrió su universo infinidad de veces, y me adentré en ella y en su forma de ser, me perdí en el rastro de las estrellas, me hipnotizó hasta su forma de caminar. Y así, perdida, adentrada y sin oficio ni beneficio en su ser, fue como empecé a pensar en que me había caído a otro pozo sin fondo, y contemplé la posibilidad de amar.
Y ahora no tengo remedio alguno, porque ella ya es más íntegra de mi corazón de lo que yo jamás quise detectar, vino sin avisar, y pese a todas mis gilipolleces no se marcha, se queda sin preguntar. Era algo a lo que le tenía como un poco de pánico, pero sus besos son la excepción que confirma la regla, y sus ojos la calma en medio de la tormenta.
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