Dibujé todos estos rincones a tu medida, a tu imagen y semejanza. Tu risa estallaba en mis cabellos y mis brazos te llevaban a la última esquina del universo. O al menos, de nuestro pequeño planeta construido a punta de tus reflejos.
Todo era de tu agrado, salvo un detalle. Jamás logré pintarme a tu gusto.
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